EL MIEDO A HABLAR EN PÚBLICO




Uno de los problemas para hablar en público es el miedo escénico: ¿Se notarán mis nervios? ¿Se me olvidará todo al comenzar a hablar? ¿Qué opinarán de mí? ¿Lo haré bien? ¿Qué argumentará el equipo contrario? ¿Sabré responder?...

Todo ello provoca incertidumbre e inseguridad que a veces producen síntomas como el tartamudeo, el temblor de manos o piernas... y, sobre todo, desconcentración, que puede llegar a provocar incluso el tan temido bloqueo mental, es decir, que se nos borre todo de la mente y no sepamos cómo continuar.

CONSEJOS PARA REDUCIR EL MIEDO O EL ESTRÉS:

1. Controla la inseguridad: Visualizando el lugar de actuación, el público, imaginándonos actuando ante él con tranquilidad y consistencia, revisando toda nuestra argumentación, los documentos que vamos a llevar, los medios audiovisuales que vamos a utilizar, etc. Es decir, tener todo controlado.

2. Prepárate y practica: este punto es fundamental para sustentar el anterior. Hay que ser un gran experto para que una intervención improvisada acabe bien. El éxito de una exposición oral, o un debate, son 6 cosas: preparación, preparación y preparación y práctica, práctica y práctica. Cuanto mejor conozcamos el tema (datos, estructura, fuentes...) y cuantas más veces ensayemos nuestra exposición (ante un espejo para evaluar nuestra expresividad corporal y con un reloj para controlar el tiempo) más seguros estaremos y, por tanto, mejor será nuestra intervención.

3. Racionaliza el miedo: tenemos miedo a las críticas, a quedarse bloqueado, a hacer el ridículo, a reflejar nuestros nervios e inseguridad... Además, creemos que todos nuestros fallos serán percibidos por los demás, pero generalmente no suele ser así. El auditorio tiene muchos estímulos visuales para seguir el debate y no suele percibir pequeñas inseguridades o nerviosismos en los participantes. Y en el caso de que el público se de cuenta, suele ser comprensivo con el ponente y siente empatía con él, e incluso lo admira, por enfrentarse a un reto tan estresante.

4. Relájate: utilicemos técnicas de relajación a través de la respiración para mantener los nervios y la concentración mental en una situación óptima para un debate. Piensa, además, que detrás de las emociones negativas (nervios, miedo, inseguridad...) hay ideas negativas (no puedo, se van a reír de mí, mi aspecto es horrible...). Por tanto, si las sustituimos por ideas positivas (estoy preparada, el público me apoya, mi aspecto es el adecuado...), contribuiremos a controlar el estrés y el desánimo que habita en tu cerebro.

5. Lleva un esquema mental claro de tu intervención: no te desvíes del tema que indica falta de organización, concentración, brillantez y pérdida de tiempo; no digas todo de golpe porque te quedarás sin argumentos muy pronto y no dará tiempo al público a asimilarlos; no repitas el mismo argumento que demuestra probreza de recursos dialécticos.

6. Prepara muy bien la introducción y conclusión de tu intervención: una buena introducción tiene que enganchar al auditorio, producirle interés y expectativa, sorprenderle de algún modo para captar su concentración.Una conclusión reposada, síntesis de una buena fundamentación anterior, dejará en el público y el jurado una óptima sensación de seguridad, consistencia, control y preparación del ponente.